151º aniversario de la firma del Decreto de Fundación de la Escuela Normal de Paraná.

El 13 de junio de 1870 comenzó la historia de la Escuela Normal de Paraná, ese día el presidente Domingo Faustino Sarmiento anunciaba a través de la firma de un decreto, la creación en la ciudad de Paraná de una Escuela Normal, la primera del país, con el designio de formar maestros competentes para las escuelas comunes (Art. 1º) y para ello le asignaba como espacio de funcionamiento el edificio que fue la casa del Gobierno de la Confederación (Art. 2º)...

El 13 de junio de 1870 comenzó la historia de la Escuela Normal de Paraná, ese día el presidente Domingo Faustino Sarmiento  anunciaba a través de la firma de un decreto, la creación en la ciudad de Paraná de una Escuela Normal, la primera del país, con el designio de formar maestros competentes para las escuelas comunes (Art. 1º) y para ello le asignaba como espacio de funcionamiento el edificio que fue la casa del Gobierno de la Confederación (Art. 2º).

La Escuela Normal, a diferencia de otras instituciones de nivel medio preexistentes en la época, por ejemplo los Colegios Nacionales creados por Mitre a partir de 1863,  contó con una función específica que consistía en dotar de maestros preparados a la escuela primaria en expansión, debido a que en ese entonces estaba a cargo de personas sin capacitación especializada. 

Esta finalidad otorgó identidad al mandado fundacional que impulsó, a finales del siglo XIX,  la creación de las primeras  Escuelas Normales en nuestro país, constituyéndose en ámbitos educativos donde se formaban los “maestros competentes” para todo el país.

Ahora bien, qué es lo garantizaba esa “buena preparación”, o dicho de otra manera, la gran virtud de constituirse en un “buen maestro”. Para el positivismo pedagógico - una de las corrientes hegemónicas del normalismo -  la clave estaba en el método de enseñanza, es decir, se adquiría esta condición de “competente”, cuando finalmente  se lograba  aprender y poner en práctica en el aula  los rudimentos del método, respetando   prescripciones esenciales como organizar la enseñanza desde lo más concreto, cercano al niño,  para luego arribar a nociones más abstractas o lejanas. 

Este modelo formativo lo podemos reconocer en la memoria de uno de sus egresados, el pedagogo Víctor Mercante, quien  nos relata, bajo el seudónimo de Federico Scanavecchia, su paso por la Escuela Normal de Paraná en su novela Los estudiantes (1908).

Volviendo a las secciones que integra el decreto, observamos que la composición institucional se proyectó sobre la diferenciación de dos espacios:

-          Un curso normal para que los aspirantes al Profesorado adquieran, además de un sistema de conocimientos apropiados a las necesidades de la educación común en la República, el arte de enseñar y las aptitudes necesarias para ejercerlo (punto 1, Art. 2º).

-          Una escuela modelo de aplicación que servirá para dar la instrucción primaria graduada a niños de ambos sexos, y para amaestrar a los alumnos del curso en la práctica de los buenos métodos de enseñanza y en el manejo de las Escuelas (punto 2, Art. 2º)

A pesar de realizarse esta diferenciación, el plan de estudios proyectaba para los estudiantes un recorrido integrado por ambos espacios, donde era posible combinar los saberes teóricos  y los prácticos.  En un periodo estimado de cuatro años, la carrera del magisterio  prometía un  cursado integrado por variadas asignaturas (Aritmética, Gramática, Canto, Geografía, Instrucción Moral, Historia, Dibujo, Gimnasia, etc.), idiomas (Inglés y Francés), observaciones y prácticas de enseñanza en la escuela de aplicación (Art. 3º). 

Por otra parte, el decreto estableció las condiciones  que debían reunir los aspirantes para ingresar:  Serán admitidos gratuitamente, en calidad de alumnos maestros[1], los aspirantes que tengan más de 16 años de edad, buena salud, intachable moralidad, y una instrucción que le permita emprender los estudios del curso normal (Art. 4º).

Estas condiciones se acreditaban a través de un examen de ingreso y la presentación de certificaciones que avalen la buena conducta y estado de salud del aspirante. A diferencia del Colegio Nacional, se permitió el  ingreso de las mujeres, lo cual habilitó con el paso de los años la conformación de una matrícula preferentemente femenina.



[1] Como lo indica Sandra Carli el joven que ingresaba a la Escuela Normal no era simplemente un “estudiante”, se lo interpretaba como alumno maestro, y en esta forma de nombrarlo suponía una particular articulación entre el presente y el futuro, entre los propios tiempos históricos – biográficos

 (1995: 37 -38) 

Una vez otorgada la admisión, los estudiantes podían acceder a becas sostenidas por el Tesoro Nacional, pero tenían que asumir el compromiso a dedicarse por seis años a la enseñanza pública, luego que haya terminado sus estudios (Art. 6º).

En relación a la composición de la matricula estudiantil, Sandra Carli señala que los jóvenes que ingresaban a la escuela provenían de las distintas provincias y que uno de los primeros problemas que se les presentaba era el relativo a la vivienda, debido a que no contaban con un internado (1995: 38-39). Precisamente en el Artículo 5º del Decreto se expresa que no habrá alumnos internos en la Escuela Normal.

En la sección III, integrada por sólo dos artículos, se planteó la organización de la Escuela de Aplicación, proyectándose para este caso una escuela graduada, distribuida en seis grados,  gratuita y mixta, además, se detallan las asignaturas que se desarrollan en cada uno de los grados.

Por último, el decreto concluye con algunas disposiciones generales, sobre la conformación del personal docente y sus respectivos nombramientos; la organización de exámenes y la  formación de los reglamentos. 

            Las prescripciones  que hemos comentado hasta aquí, dan cuenta de los principales lineamientos políticos, organizativos  y pedagógicos, a partir de los cuales se fundaron las primeras escuelas normales en nuestro país.

A 151 años de la sanción de este documento, podemos decir que han sido numerosas las modificaciones institucionales vivenciadas durante este tiempo transcurrido, albergando un pasado prodigioso y un futuro prometedor para las nuevas generaciones del siglo XXI; y en un contexto particular que nos desafía a reinventar los modos de enseñar y aprender.

Porque entendemos que no hay tiempos mejores ni peores, simplemente diferentes, este nuevo aniversario es un momento significativo para renovar nuestro deber educativo  como escuela pública y agradecer a cada uno/a de los/as integrantes de esta querida institución por la tarea que desempeñan día a día, con profundo compromiso y responsabilidad.

 

Lic. Valeria Olalla

Asesora Pedagógica Escuela Normal “José María Torres”

 

Bibliografía y Documentos consultados:

-          Carli, Sandra (1995) Entre Ríos: Escenario Educativo 1883-1930. Una mirada a la cultura pedagógica normalista. Facultad de Ciencias de la Educación, Paraná. Capítulos I 

-          Decreto de fundación de la Escuela Normal de Paraná, 1870.

-          Mercante, Víctor (1898). Los estudiantes. Cabaut y Cía, Buenos Aires.