“Hacia una Crianza Respetuosa: Espacio para Pensar y Construir”

Conversatorio desarrollado el miércoles 16 de agosto para las familias del jardín de la Escuela Normal

Conversatorio desarrollado el miércoles 16 de agosto para las familias del jardín de la Escuela Normal 
A cargo: Abog. Magalí Juiz 
Ps. Nicolás Oleas 

Puntos claves del encuentro 
Como punto de partida, y revalorizando la palabra de las familias, retomamos algunas de sus respuestas a la pregunta “¿qué es un límite?”, actividad enmarcada en un taller vivenciado con anterioridad. Entre ellas, podemos mencionar al límite como algo no tan fácil y necesario, al límite como frontera y también como cuidado.

Para definir las fronteras y los limites, introducimos algunos aportes teóricos de Jean Piaget, fundamentalmente, aquellos que nos invitan a pensar la estructura como parte de un sistema. Cada estructura o parte del sistema tiene sus formas, relaciones y condiciones que le son propias, pero al mismo tiempo, siempre funciona en conjunto, en relación; y es en ese espacio de interrelación o superposición entre estructura y sistema que se juegan los grises de los limites o fronteras. 

Pensar las fronteras como espacio de construcción colectiva con los distintos actores institucionales desde la amorosidad y el cuidado, implica considerarlas como un horizonte, un lugar de encuentro con el otro, reconocer que somos seres colectivos y que estamos constituyendo al otro y el otro nos constituye. De allí es que no hay subjetividad individual, no hay subjetividad sin otro; la palabra misma “sujeto” ya nos está indicando que necesitamos de otra persona. En esta línea, Carina Kaplan (2022) nos invita a pensar en el amor como “una emoción que sostiene y funda la convivencia humana y también sienta las bases para la convivencia escolar. Es lo que nos enlaza con el otro. La educación como acto ético involucra la amorosidad como un puente de acogida del otro. El amor, en tanto experiencia del lazo, da un sentido social al individuo. (…) Tanto las formas de emparejamiento como los estados afectivos están asociados con la forma de la sociedad. Es decir, incluso nuestra forma de sentir y expresar el amor se vinculan con las reglas y ritos de la sociedad en que vivimos y sus transformaciones” (2022: 74).

Es necesario, entonces, generar experiencias de encuentro amoroso entre los/as niños/as, docentes, familias, preguntarnos como tenemos que ser y hacer para lograrlo. Para ello, posibilitar una escucha y una mirada atenta siendo la ternura clave; acompañándolos desde el respeto, sostén y cuidado, sin perder de vista la sociedad que queremos para alojarlos. 

En este sentido, recuperamos palabras de Brailovsky (2020), quien nos invita a pensar el cuidado comoparte de la educación, como algo que hacemos mientras enseñamos o incluso porque enseñamos. Es importante aprender a cuidar a través de prácticas y experiencias concretas, ofreciendo tiempo y sostén ante situaciones de malestar, preguntando qué está pasando, habilitando un dialogo abierto sin juicios ni prejuicios, dando lugar al conflicto, entendiendo a cada niño/a con una vida singular, respetable, porque de tal manera también enseñamos a cuidar, a confiar y a encontrarse.

Los niños y niñas pueden posicionarse como sujetos que cuidan y es nuestra responsabilidad como adultos referentes, al decir de Mercedes Álvarez, “(…) brindarles los espacios de participación donde se les dé el protagonismo que les corresponde para que desarrollen estrategias de cuidado para consigo mismos, para con los otros y para con su entorno.” (Álvarez, 2022: 95). 

Estar parados, habilitarnos, pensarnos y construir desde un lugar de cuidado implica pasar por experiencias satisfactorias, pero al mismo tiempo, complejas, contradictorias y hasta frustrantes algunas veces. La culpa no es una buena brújula, un buen indicador, pero tampoco el exceso de bondad es beneficioso. No existe el equilibrio perfecto, no hay recetas ni formulas universales. Por eso es clave negociar, llegar a acuerdos, habilitar la palabra sin invadir, condicionar, mucho menos juzgar.

Hoy a nivel nacional e internacional, se busca principalmente la protección de los derechos de las infancias por sobre todas las cosas: el derecho y las leyes contemplan el interés superior del niño. Los niños y las niñas son considerados sujetos de derecho, no meros objetos o extensiones de sus padres. Las infancias hoy tienen derecho a ser oídas. Creemos que se trata de prestarle oído a la voz a los niños y niñas, que tengan una real participación en las decisiones que se toman. A nosotros, los adultos responsables, no nos basta con velar por garantizar sus derechos o satisfacer sus necesidades materiales. A lo largo del conversatorio, hemos sido invitados a posicionarnos como adultos referentes en los distintos espacios de socialización – familias, escuelas, otros – dando lugar a la expresión de opiniones, como así también de deseos para construir acuerdos. “El derecho al cuidado tiene que garantizar la calidad de vida de niños y niñas a través de lazos afectivos. El modo de relacionarnos desde el cuidado es habitar nuestras instituciones a partir del ejercicio de la ternura que nos permita alojar a todos y todas” (Álvarez, 2022: 39)